“Mamá, me voy a aventar al mar”, fueron las últimas palabras de Germán, marino víctima de Otis, el terrible huracán

Redacción
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*Su cuerpo fue localizado a los 8 días en la Playa Manzanillo

*Antier, Germán Hernández Velázquez habría cumplido 27 años

/Verónica CASTREJÓN ROMÁN

Acapulco, Guerrero, a 26 de octubre de 2024.- “Mamá, me voy a aventar al mar; está muy feo y tengo mucho frío”, fueron las palabras que se quedaron en el corazón desolado de doña Sofía, madre de Germán, capitán de uno de los cientos de barcos que la noche del 25 de octubre del año pasado, zozobraron en el mar de Acapulco por culpa del huracán Otis que dejó a su paso una secuela amarga de muerte y destrucción.

Sus lágrimas fueron constantes durante la misa que en memoria de los muertos y desaparecidos “en esas horas terribles”, ofició el arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González, en las rehabilitadas instalaciones del Club de Yates, ayer al mediodía.

Ahogada en llanto, con la sensibilidad al filo de su alma, la doliente madre narró la tragedia que obscureció su vida:

Esa noche del 24 de octubre del año pasado, era el cumpleaños 26 de Germán, pero, no obstante, se fue al Club de Yates a cuidar la embarcación de la que era capitán y que llevaría a Puerto Vallarta en unos días.

Nadie podía saber que justo esa noche, a las 11:15, diría a su mamá sus últimas palabras. Y duele más, porque ella lo llamó para que regresara a casa, pero él decidió cumplir con su responsabilidad laboral.

Se perdió la comunicación desde ese instante, y al otro día, cuenta doña Sofía, desde las 5 de la madrugada se fueron al Club de Yates a buscarlo.

Lo que encontró ahí fue la desolación: barcos destrozados, piedras y muchos difuntos flotando. “¡Germán!, le gritaron, mientras caminaban con dificultad por el lugar que ahora luce rehabilitado frente a un mar azul y sereno.” Nos dijeron que le gritáramos, que a lo mejor estaba por ahí tirado”.

Nada.

Fue hasta los 8 días, cuando las autoridades iniciaron las búsquedas, “porque al principio nos dijeron que mandarían buzos para buscarlos”. Entre hipos, lo cuenta así:

“Las autoridades, esos primeros días no nos dieron mucho apoyo, eso fue, el apoyo, como en la semana, no los primeros días, porque dijeron que iban a mandar buzos para ayudarnos a encontrarlos, pero no hubo mucho apoyo al principio, fue como a la semana más o menos que ya empezaron a meter los buzos, y mi hijo, dicen que lo encontraron aquí en playa de Manzanillo”.

Visiblemente deprimida, con una depresión de ya hace un año que no se ve que haya sido atendida, Sofía Velázquez detalla que fue su otro hijo quien acudió a reconocer el cuerpo, identificado por un tatuaje que se hizo en una pantorrilla, y por las credenciales que traía en su cartera en una bolsa del short.

“Yo no tuve el valor para verlo, lo quise recordar así “-dice, y señala con un gesto la fotografía desde donde Germán la mira a través de unas gafas obscuras y que bendijo al final de la misa, el arzobispo.

Justo al finalizar la ceremonia, a una sola voz, los participantes rezaron una oración que inicia así: “Señor Jesús, estamos reunidos ante tu presencia, ante este mar que fue testigo de la desgracia que hace un año vivió tu pueblo. Una prueba tan grande que aún pesa en nuestra mente y en nuestro corazón”.

Al final, como un homenaje a las víctimas, religiosos lanzaron una ofrenda floral al mar. Desde la orilla, en el muelle del Club de Yates, familiares y amigos de los marinos víctimas del Otis, observaron.

Germán es una de las 52 personas que, según reportan oficialmente las autoridades, perecieron durante el azote del ciclón. Además, sostienen que solo hubo 28 desaparecidos en altamar, aun cuando los familiares de marinos dicen que la cifra se eleva a más de un centenar. La mayoría de las víctimas murió por ahogamiento.

Esa noche fatal del 24 al 25 de octubre de hace un año, en el Club de Yates Germán no estaba solo, desde otras embarcaciones, hostess, capitanes, marinos y amigos enfrentaron el oleaje desordenado que golpeado por un viento empujado a más de 300 kilómetros de fuerza destruyó cientos de yates y lanchas, grandes y pequeñas y los aventó a ellos al mar, en cuyo lecho descansan aún algunos, sin que sus restos hayan sido recuperados, un año después de la tragedia.

Doña Sofía dice que su hijo, Germán, “el que más me apapachaba”, le habló en un sueño y que le pide que sea fuerte, “y le voy a echar ganas, hijo”, dijo, otra vez entre sollozos, y entre sollozos pidió a dios fuerzas para soportar tanto dolor.

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