*En misa conmemorativa por las víctimas del huracán, el arzobispo de
Acapulco les ofreció consuelo
*Propuso la creación de protocolos que protejan a la población de ese
tipo de tragedias
*Bendijo los lugares en donde se encuentran los cuerpos de los
desaparecidos
/Verónica CASTREJÓN ROMÁN
Acapulco; Guerrero, a 4 de diciembre de 2023. Desde su dolor, familiares de marinos desaparecidos hace 41 días durante el golpetazo del huracán Otis, acusaron a las autoridades de no escucharlos, de no ayudarlos en sus búsquedas o de no tener equipo suficiente para encontrarlos; todo, al final de la misa que en memoria de los no localizados y los fallecidos esa noche, celebró el arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González, este lunes al medio día.
En medio del llanto de rostros desencajados por la incertidumbre al no saber nada de sus familiares perdidos en el mar, y la pena y amargura de quienes tienen ya la certeza de un lugar “para irles a llorar”, el prelado encabezó la ceremonia litúrgica en la que trató de dar consuelo a quienes sufren por la pérdida desde hace 41 días.
Consuelo difícil de alcanzar, a juzgar por las lágrimas y los hombros convulsos de las mujeres apretujadas entre los abrazos de sus más cercanos. Porque eran mujeres, la mayoría de quienes reclamaron la búsqueda, y de quienes acusaron a las autoridades de actuar con lentitud, o no hacer nada; de dar información incorrecta a sus familiares y ponerlos en riesgo; de no ser atendidas, pese a haberlo perdido todo esa trágica noche del meteoro que a 250 kilómetros por hora, aquel 24 de octubre, les arrebató sus sueños.
Y en medio de toda esa tristeza disfrazada de enojo, el obispo Leopoldo insistió en buscarles consuelo y les conminó a tener esperanza al recordarles que Jesús dijo: “vendré y los llevaré conmigo, porque quiero que donde yo esté, estén también ustedes”.
“Nuestros hermanos que murieron esa terrible noche no estuvieron solos cuando las fuerzas del huracán los golpeaban; Jesús estuvo con ellos y les hizo escuchar su palabra para llamarlos y llevarlos con él. Transformó ese momento tan terrible en una pascua –les dijo-; en un paso hacia una morada en donde se volverán a encontrar”, si tienen fe.
También les hizo ver, que “en lo
terrible de esa noche, el espíritu santo que habita en cada uno de nosotros les
hizo invocar al señor. Ese momento que vivieron nuestros hermanos –les dijo-
Jesús lo transformó en un encuentro”, y luego pidió por su eterno descanso.
El sacerdote bendijo también los lugares en los que se encuentren los cuerpos de los desaparecidos: “Señor, te pedimos que bendigas los lugares en donde se encuentran los cuerpos de estos hermanos nuestros que perdieron la vida la noche del huracán, para que descansen en paz y recibas su barca en el paraíso para que gocen eternamente de tu santo espíritu”.
A la ceremonia celebrada en la catedral de nuestra señora de la Soledad, en el zócalo de la ciudad y en la que auxiliaron al obispo dos sacerdotes con estolas púrpuras sobre sus hombros, acudieron familiares de unos 15 marinos portando entre sus manos sus fotografías que de vez en cuando acariciaban o volteaban a ver, con una interrogante en su mirada.
Peticiones y acusaciones
Dijo que desde un principio nadie
los ha apoyado en la búsqueda y que no hay rastro de nada, “lo estamos buscando
nosotros con nuestros familiares porque el gobierno no nos está apoyando en
nada, lo buscaremos hasta el final”, dijo en medio de sollozos, al recodar que
la última vez que vieron a su hijo, navegaba por La Roqueta “cuando el aire ya
estaba muy fuerte”.
Por esa razón, sugirió que el cuerpo de su hijo y el de sus dos acompañantes no los van a encontrar cerca; “nuestra idea es que el barco no quedó aquí, sino más al fondo, pero el gobierno no nos quiere apoyar, ni el presidente; les pedimos máquinas y aparatos; pero la Marina dice que no los tiene, ni tampoco permiso para buscar más adentro”.
Denunció que la Marina de México
le dio mal la información a su hijo y que ella lo puede probar con un mensaje
que Marcos Antonio le envió desde su celular; “él sabía del huracán, pero La
Marina de México les dijo que el huracán ya se había retirado porque iba a caer
en Tecpan. Y entonces ellos se metieron hacia adentro ese fue el error porque a
él no le dio La Marina, la información como debía ser”, comentó llorando.
Dijo temer porque hay rumores de que la Secretaría de Marina pretende dar por terminadas las búsquedas; “de cualquier forma nosotros seguiremos buscando hasta el final”, advirtió.
Entrevistada también después de
la misa, Patricia Nogueda Pinzón, esposa de Andrés Cortés Salazar, capitán del
yate Bacus manifestó tristeza al sentirse sola en la búsqueda en la que es
auxiliada por familiares, aunque reconoció que también las autoridades hacen el
esfuerzo.
Dijo que la Marina trabaja
buscando a su esposo, pero que no hay avances, pese al tiempo transcurrido; “ya
son 40 días y sí lo siguen buscando,
pero de él y de su embarcación no hay ningún rastro”, se lamentó.
Agregó que lo último que supieron de su esposo fue que estaba anclado en la Base Naval y de ahí, nada. Criticó la falta de equipo y de instrumentos de la Marina para realizar las búsquedas, tales como ecosonares y drones ya que ello impide que a la fecha se tengan los resultados que esperan y que los mantienen en la incertidumbre.
Otro de los dolientes que buscan a sus familiares extraviados en el mar la noche del impacto del Otis, es Enrique Andrade Rodríguez quien busca a su hermana Abigail quien se encontraba en el yate Litos junto con otros tres tripulantes: el capitán Ulises; el maquinista, Parra, y el operador, Alejandro.
Él se quejó por la información falsa que circula en las redes y que los hizo acudir a Marquelia pues dijeron que ahí estaban llegando cuerpos, acudieron al SEMEFO de ese lugar que no funciona desde hace un tiempo y que los hizo concluir que todo eso era mentira.
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Foto de archivo |
Sin embargo, se siente triste y preocupada porque él era el sustento de ella y sus dos hijos; de su casa, misma que perdió el día que el huracán Otis arrasó con Acapulco, “yo trabajaba en un yate que también se hundió. Ese día del huracán me tuve que salir porque mi casa se estaba prácticamente despedazando, y todo se me juntó. Siento lo que cualquiera sentiría, tristeza por haberlo perdido”, dijo con la mirada fija en algún punto de su memoria.
María Rubí denunció que pese a que su esposo trabajó durante muchos años manejando el barco guía de los cruceros, es la hora que ninguno de los propietarios le ha dado la cara; “ninguno se me ha acercado y pido de alguna manera que me apoyen porque él trabajó muchos años ahí; murió ahí por proteger sus lanchas y es la hora que ninguno se me ha aparecido para ver cómo le hice para enterrarlo, para que me dieran su cuerpo o para ver qué necesito”.
Y aunque dijo desconocer sus nombres porque no tenía cercanía con ellos, explicó que solo sabe que “son pilotos de los Capitanes de Puerto; son los que iban a traer a los cruceros, a los cargueros a los de PEMEX a todos ellos”.
Actualmente vive arrimada en una vivienda que le prestan, pues su casa, casi se le cayó encima; “se me hundió el barco donde trabajaba y mi casa quedó parcialmente destruida por el huracán; yo necesito una respuesta porque él dio la vida por esos yates que no eran ni de él y no es justo que no den la cara”, reclamó.
Al final de la misa conmemorativa, el arzobispo Leopoldo González González, colocó junto con los familiares de las víctimas del Otis, una ofrenda floral en su honor, en el kiosco del zócalo en donde, en rueda de prensa, sugirió que “la experiencia dolorosa del huracán Otis”, podría servir para la elaboración de protocolos que permitan proteger a la población.
E invitó a todos a participar en la reconstrucción de sus personas, de sus familias y de la sociedad, “porque el dolor que causó la muerte de las víctimas reafirma el valor de cada vida humana”.