Desorganización y quejas en la UDA en el tercer día de revacunación

Redacción
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*Los adultos mayores exigen más puntos de aplicación de la vacuna contra el Covid-19

*La falta de coordinación hace de la jornada de revacunación, un verdadero sacrificio

/VERÓNICA CASTREJÓN ROMÁN

Acapulco. 20 de diciembre de 2021. En la fila, los discapacitados son solidarios: “Déjenla pasar, aunque sea de las primeras; le acaban de operar la rodilla y le duele, déjenla pasar”. En la puerta, no obstante, las Servidoras de la Nación no se tientan el corazón: “Regresaron al señor a la cola, aunque vieron que le faltan sus dos piecitos, ¡pobre! que se pase delante de la fila”. Es la revacunación del Covid-19 en las calles que rodean a la Unidad Deportiva Acapulco. Están ahí “los de la letra C”.

Desde las 9 de la mañana, la fila de los discapacitados crece, aumenta como una ola que se amontona poco a poquito. Camina rápido, avanza para beneplácito de familiares y adultos mayores que llegan armados con sillas de ruedas, bastones, andaderas y utensilios que les ayudan a sostenerse en pie, atados a sus zapatos.

Ya para las once de la mañana, la fila da la vuelta dos veces, cuadras arriba de la UDA en el corazón de la colonia Progreso, una de las más inseguras de la ciudad, “yo no me atreví a venir a formarme a las cuatro de la madrugada”, dijo un señor.

La cola zigzaguea, avanza, pero de repente el caminar amaina. “Dicen que están pasando a gente que no se forma”, alerta una de las más avispadas sexagenarias que abanica con denuedo la cartulina en la que lleva envueltos sus documentos para la aplicación de su refuerzo vacunal. 

Y pasa como invocado, un joven señor con un montón de formatos en la mano mientras apura a una decena de personas a brincarse la fila “para sacar fotocopias”. Jajá. Las “fotocopias” se convirtieron en un  desorden descomunal en la entrega de fichas para pasar a vacunarse.

En las escaleras de entrada, tres Servidoras de la Nación tratan de darse abasto para atender a las decenas de discapacitados adultos mayores que forman una fila paralela a la de los demás. No pueden, no alcanza, se necesitan más. Y a las doce, el mediodía caldea los ánimos. La paciencia se evapora. “¿Por qué no ponen más sitios de aplicación?”, “debería haber uno especial para discapacitados”, sugieren las voces de gente anónima atosigada por el calorón.

Por fin, a eso de la una, ayudados por sus familiares los discapacitados se acercan al punto de vacunación, ¡vana ilusión! Ahí, en la mesa, solo hay una hielera con botellitas del antígeno contra el virus Sars-Cov2 causante de la Covid-19. Sí, una sola hielera con cuatro empleados del ISSSTE bien entretenidos, platicando.

Enfrente de ellos, una sola Servidora de la Nación atiende la fila de decenas de adultos mayores que después de casi cinco horas de asoleo brutal, simple y sencillamente, no aguantan más. 

Apurada les pide sus documentos e inicia el llenado de los formatos, ¡uno por uno!: nombre, edad, ciudad, estado, fecha, tipo de vacuna, número de serie de la vacuna… ¡Una sola para decenas de hombres y mujeres que protestan, se arremolinan, discuten, se salen de la fila, regresan… y se aguantan, porque no hay más!

En la mesa, los otros cuatro se ríen, platican. 

--Oiga, ¿y por qué ellos no le ayudan a llenar los documentos?

--Es que ellos tienen otra función.

--Pues sí, pero ahorita no están haciendo nada.

Mutis.

A un lado de la mesa sobre la que está la hielera y las jeringas.

--Oigan, ¿por qué no le ayudan a su compañera?, somos muchos y ella sola no puede. ¿A qué horas va a acabar?

--Yo soy vacunador.

--Pues sí pero ahorita no estás vacunando a nadie. Ninguno de ustedes está ocupado en nada y mira la fila.

--Señora usted tiene que formarse.

-- Sí, estoy formada; no es ese el punto de discusión. Es que somos muchos y tú no estás haciendo nada. 

La turba se enoja, “¡oigan, llevamos aquí desde las nueve de la mañana y ya van a ser las dos de la tarde!, hagan algo, por favor”.

Por una oreja les entró y por la otra les salió: “yo soy vacunador”. (Risas de los desocupados enfermeros y enfermeras del ISSSTE).

Al final, cada quien, en la fila, llenó sus propios formatos y lentamente pasó por su tercera dosis de vacunación. No hubo preguntas por parte del enfermero a la hora de la aplicación de la vacuna, ni  recomendaciones sobre reacciones,  ni supervisión de nadie para probables incidentes por alergias. Ni ambulancia preparada, ni paramédicos. Desorganización total.

¿Lo sabrá el delegado federal de Programas para el Desarrollo del Estado de Guerrero, Iván Hernández Díaz?

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